Pueden dos manos
asesinar a un hombre,
y una sentencia
que en la lengua se crea
matar a cientos.
No perdono a la muerte
cuando se apodera de inocentes,
ni a la vida inerte
que segrega infortunio.
Gritar a la luna
los llantos nocturnos,
soplar por la mañana
las nubes del alma.
No me fío del hombre
pues corta troncos
y no piensa en la rama,
que es más duro hablando
que actuando.
(Juan Carlos González)
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